Cuesta entender como en la mejor liga del mundo sucedan cosas como lo de esta noche. Cuesta entender como un cuarteto arbitral y otros dos en una sala con televisión hayan perpetrado semejante sin sentido. Pienso que el VAR es una herramienta fantástica, que se está cargando por incompetencia, por criterios dispares y disparatados muchas veces. Lo que hoy es así, mañana no y pasado a saber… Urge cambiar criterios, porque si por un mínimo contacto el colegiado que está calentito con una pantalla es incapaz de corregir a su compañero, mal asunto y poca justicia se aplica. Dicho todo esto, no se puede dudar de que el Leganés merecía sumar algo en su visita a Gijón, pero sí, e incluso indignarte, de la forma en la que llegó.

El conjunto madrileño fue el mejor visitante hasta la fecha a El Molinón. Sometió al Sporting durante muchas fases del partido, con una presión alta y asfixiante, acompañada de una gran precisión en el pase cuando tenía el balón en sus pies. Le costó al equipo de Gallego coger el pulso al partido 15-20 minutos, pero superado ese arreón inicial el choque se fue igualando. No hubo muchas ocasiones en el primer tiempo, un disparo lejano de Gaspar y otro de Rubén Pérez fueron lo más peligroso de ambos contendientes, marchándose ambos cerca de la portería.

En la segunda se repitió el guion, aderezado por unas pérdidas de balón locales que a punto estuvieron de costarle un disgusto. Como una de Gragera que Bastón remató desde la frontal desviado, u otra de Saúl García, que Gaku hizo trabajar a Mariño para despejar. El Leganés merodeaba el área local y Arnaiz remachó de cabeza un balón que se marchó rozando el palo.

Con la entrada de Cumic se estiró el Sporting, protagonizado el serbio jugadas prometedoras sin acabar de finalizarlas correctamente. Con el paso de los minutos y con espacios los rojiblancos dieron un paso adelante y no dejaron de creer en sus posibilidades. Babin tras la reanudación y Aitor García desde la frontal probaron a un Cuéllar que iba a ser protagonista en los instantes finales. En una de las pocas acciones en las que Djurdjevic ganó a Omeruo, el central cometió una falta lateral que sería el germen del 1-0.

Ejecutó Pedro Díaz y remató de cabeza alto Borja López. Una vez que impactó con su cabeza, Cuéllar, que salió mal, le pegó un puñetazo al central. El colegiado con muy buena vista según lo acontecido en el descuento, debió de verlo pero incompresiblemente no lo castigó. No, no y no se leían en sus labios. Hasta que del no, se pasó a vete a verlo y ya frente a la pantalla tardó 10 segundos en señalar penalti. Djurdjevic lanzó como casi siempre, fuerte y al lado derecho del portero, Pichu despejó, pero el rechace le cayó al serbio que envió al fondo de la red para elevar a 10 su cuenta particular.

Quedaba sufrir y no solo los ataques del rival, sino la conciencia y el orgullo de un árbitro herido en él porque su compañero lo había reprobado llamándole al monitor. Después del enésimo milagro de Mariño haciendo una gran parada, Pulido Santana ejecutó. Con su gran vista señaló penalti en una de las mil acciones que hay en el área en cada partido, en una disputa área entre Valiente y Borja Bastón. El ariete no estaba aún en el suelo y el colegiado ya había señalado la pena máxima. Transformó Borja Bastón y devolvió las tablas al marcador.

Indignación y cabreo en el Sporting tras ver cómo le volaban dos puntos en una acción cómica que hizo levantar la voz a rivales beneficiados como el jugador del Rayo Vallecano Mario Suárez. Dicho lo uno, se dice lo otro: gran rival el Leganés que no se merecía tampoco irse de vacío, pero que se iba a ir sin la inestimable colaboración de Pulido Santana. Los rojiblancos cierran el 2020 en quinta posición con 32 puntos e invictos como local. El colchón sobre el playoff se sitúa en 2, mientras que el ascenso directo se aleja a 9. Los de Gallego volverán al ruedo el lunes 4 de enero a las 21h frente al Lugo.