Armonía, compactibilidad y
genialidades individuales determinantes, tal
podría ser una primera definición del equipo
que, a las 19:55 horas del 13 de mayo de 1990,
hace hoy tres décadas, hizo estallar de júbilo a
la ciudad de Avilés. Aquel ascenso al segundo
nivel del fútbol nacional, que ni por asomo
estaba agendado, continúa teniendo mucho de
especial y, aunque ha pasado demasiado tiempo,
en muchos aficionados sigue latente una
sensación de cercanía, quizá porque ni quieren
contar los últimos 20 años, por lo menos, que la
burda especulación lleva despojándole de su
equipo.
Programado para triunfar
desde la defensa, aquel monolítico Real Avilés
Industrial apenas se veía necesitado de
variables para salir airoso cada fin de semana.
Vicente González-Villamil, que acababa de
aterrizar en Avilés tras descender a Tercera
División con el Real Oviedo Aficionados, no
tenía que romperse demasiado la cabeza para
confeccionar las alineaciones. Le bastaron 21
jugadores, un tercio de los cuales actuaron en
más de 30 partidos. Como queda dicho, el ascenso
no entraba en los cálculos, pero también es
cierto que el grueso del plantel venía de dos
temporadas consecutivas luchando por el ascenso.
Raúl González había dejado la estructura que
formaban Juan Calvo, Blas García, César Coloma,
Luis Castro, Joaquín Alonso, Iñaqui Marigil,
Pachu García, Toño Velázquez, Segundo Cordero,
Germán Baza, incluso el capitán, Quico Álvarez,
que ya intervenía con escasa asiduidad. A ellos
se unieron los tres únicos fichajes (el
retornado Pedro Zapata, más Chusi González y
Lito Montilla, ambos del filial oviedista), un
pack de juveniles que sorprendieron al más
confiado de sus posibilidades (Nacho Castro,
Manel Menéndez, Javi Espejo y, en menor medida,
Jorge Cernuda y Edu Novo), más otros dos
canteranos repescados (Carlos Granda y Javi
Prendes).
Su nivel de competitividad
les llevaba a no bajar nunca del quinto puesto y
ser líderes durante 29 jornadas,
ininterrumpidamente desde la jornada 10 hasta la
última. Aparte del día del ascenso, algunos
momentos especialmente señalados fueron el de la
victoria (3-2) ante el Sporting Atlético, que
suponía la primera estancia en el liderato; la
racha de cinco triunfos consecutivos en el
arranque de 1990, culminada con aquel gol de
Toño Velázquez sobre la bocina y la marabunta
provocada por el malperder del Leganés; o el
significativo y psicológico triunfo (1-2) en
Getafe, donde los blanquiazules noqueaban a su
más inmediato perseguidor, que se quedaba a 6
puntos (de los de entonces) a falta de 7
jornadas. Con el título al alcance de la mano,
el vértigo aún le hizo pasar un pequeño bache de
tres partidos seguidos sin marcar, incluida una
derrota ante el Cambados de Sito Miñanco, previa
al día de un ascenso que, por cierto, guarda la
particularidad de ser el último logrado por vía
directa, pues el sistema promocional se
implantaría justo en la temporada siguiente,
1990-1991.
Si de algo podía carecer
aquel Real Avilés Industrial, era de efectividad
realizadora. De sus 46 goles (1’2 por partido),
casi el 80% se concentraban en tres jugadores:
Toño Velázquez (15), Joaquín Alonso (11) y Luis
Castro (10). De esta forma, puede entenderse la
gran capacidad que tenía para rentabilizarlos
(14 victorias por la mínima). Pachu García,
titular en la primera vuelta, y Pedro Zapata, en
la segunda, se repartían el protagonismo en una
portería que se quedaba a cero nada más y nada
menos que en 21 partidos. Mientras tanto, que el
equipo sabía buscar ese punto de suerte que da
la perseverancia se vislumbra en los 13 goles
anotados en los tramos finales –a partir del
minuto 80–, que le supusieron 18 puntos.
Por debajo del presupuesto de
muchos rivales, la directiva encabezada por Pepe
Frana manejaba unos 62 millones de pesetas,
372.000 euros que, con la variación
inflacionista, hoy equivaldrían a unos 800.000.
Con eso se apañaban y con eso conseguían que, el
13 de mayo de 1990, las calles de Avilés se
atestaran de aficionados y no aficionados que
celebraban lo mismo.
Por mucho que hayan pasado 30
años y la especulación de las dos últimas
décadas se cargara a toda una generación de
seguidores, las sensaciones siguen inmunes al
olvido.