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Lotería Las Arenas

Real Avilés Industrial,
30 años de un ascenso que parece de ayer

Miércoles 13 de Mayo de 2020
Jorge Valverde
Avilés

Hoy se cumplen treinta años del único ascenso del Real Avilés Industrial a Segunda División, en la temporada 1989/1990.

Armonía, compactibilidad y genialidades individuales determinantes, tal podría ser una primera definición del equipo que, a las 19:55 horas del 13 de mayo de 1990, hace hoy tres décadas, hizo estallar de júbilo a la ciudad de Avilés. Aquel ascenso al segundo nivel del fútbol nacional, que ni por asomo estaba agendado, continúa teniendo mucho de especial y, aunque ha pasado demasiado tiempo, en muchos aficionados sigue latente una sensación de cercanía, quizá porque ni quieren contar los últimos 20 años, por lo menos, que la burda especulación lleva despojándole de su equipo.

Programado para triunfar desde la defensa, aquel monolítico Real Avilés Industrial apenas se veía necesitado de variables para salir airoso cada fin de semana. Vicente González-Villamil, que acababa de aterrizar en Avilés tras descender a Tercera División con el Real Oviedo Aficionados, no tenía que romperse demasiado la cabeza para confeccionar las alineaciones. Le bastaron 21 jugadores, un tercio de los cuales actuaron en más de 30 partidos. Como queda dicho, el ascenso no entraba en los cálculos, pero también es cierto que el grueso del plantel venía de dos temporadas consecutivas luchando por el ascenso. Raúl González había dejado la estructura que formaban Juan Calvo, Blas García, César Coloma, Luis Castro, Joaquín Alonso, Iñaqui Marigil, Pachu García, Toño Velázquez, Segundo Cordero, Germán Baza, incluso el capitán, Quico Álvarez, que ya intervenía con escasa asiduidad. A ellos se unieron los tres únicos fichajes (el retornado Pedro Zapata, más Chusi González y Lito Montilla, ambos del filial oviedista), un pack de juveniles que sorprendieron al más confiado de sus posibilidades (Nacho Castro, Manel Menéndez, Javi Espejo y, en menor medida, Jorge Cernuda y Edu Novo), más otros dos canteranos repescados (Carlos Granda y Javi Prendes).

Su nivel de competitividad les llevaba a no bajar nunca del quinto puesto y ser líderes durante 29 jornadas, ininterrumpidamente desde la jornada 10 hasta la última. Aparte del día del ascenso, algunos momentos especialmente señalados fueron el de la victoria (3-2) ante el Sporting Atlético, que suponía la primera estancia en el liderato; la racha de cinco triunfos consecutivos en el arranque de 1990, culminada con aquel gol de Toño Velázquez sobre la bocina y la marabunta provocada por el malperder del Leganés; o el significativo y psicológico triunfo (1-2) en Getafe, donde los blanquiazules noqueaban a su más inmediato perseguidor, que se quedaba a 6 puntos (de los de entonces) a falta de 7 jornadas. Con el título al alcance de la mano, el vértigo aún le hizo pasar un pequeño bache de tres partidos seguidos sin marcar, incluida una derrota ante el Cambados de Sito Miñanco, previa al día de un ascenso que, por cierto, guarda la particularidad de ser el último logrado por vía directa, pues el sistema promocional se implantaría justo en la temporada siguiente, 1990-1991.

Si de algo podía carecer aquel Real Avilés Industrial, era de efectividad realizadora. De sus 46 goles (1’2 por partido), casi el 80% se concentraban en tres jugadores: Toño Velázquez (15), Joaquín Alonso (11) y Luis Castro (10). De esta forma, puede entenderse la gran capacidad que tenía para rentabilizarlos (14 victorias por la mínima). Pachu García, titular en la primera vuelta, y Pedro Zapata, en la segunda, se repartían el protagonismo en una portería que se quedaba a cero nada más y nada menos que en 21 partidos. Mientras tanto, que el equipo sabía buscar ese punto de suerte que da la perseverancia se vislumbra en los 13 goles anotados en los tramos finales –a partir del minuto 80–, que le supusieron 18 puntos.

Por debajo del presupuesto de muchos rivales, la directiva encabezada por Pepe Frana manejaba unos 62 millones de pesetas, 372.000 euros que, con la variación inflacionista, hoy equivaldrían a unos 800.000. Con eso se apañaban y con eso conseguían que, el 13 de mayo de 1990, las calles de Avilés se atestaran de aficionados y no aficionados que celebraban lo mismo.

Por mucho que hayan pasado 30 años y la especulación de las dos últimas décadas se cargara a toda una generación de seguidores, las sensaciones siguen inmunes al olvido.



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