El Olot intenta también regresar en
un año a Segunda B. Los catalanes apuestan por un fútbol
combinativo y ofensivo. El ex-oviedista Héctor Simón es
el 'cerebro' del equipo.
El fútbol gerundense sigue de dulce y
tratará de incorporar otro equipo más al
grupo III de Segunda B donde se
encuentra el Llagostera. Olot es una
localidad de poco más de 30.000
habitantes, situada en el interior de la
provincia de Gerona, a 36 kilómetros de
la capital y a 92 de Barcelona. Olot es
la capital de la comarca de La Garrotxa,
con paisajes naturales como el Parque
Natural de la Zona Volcánica. La
agricultura y la gastronomía son otro de
los puntos fuertes de esta localidad
catalana.
Olot es un oasis en el desierto del
fútbol territorial catalán. Un lugar
idílico, alejado de los males que han
arruinado a los modestos. Sea en Segunda
B o en Tercera, futbolistas y
entrenadores siempre ven con buenos ojos
este club. Por varias razones, unas más
tangibles y otras no tanto. Ante todo,
se trata de una entidad seria, con un
proyecto consolidado y unas ideas claras
dentro y fuera del terreno de juego.
Económicamente fuerte, se trata de una
SAD desde hace un par de años presidida
por Joan Agustí, empresario de la
comarca de la Garrotxa. Un presidente
con experiencia e identificado con el
club. Ese rasgo, precisamente, es una de
los más destacables del Olot. Es un club
que cuida los detalles y tiene jugadores
como Abel Solé -más de 400 partidos en
el club-, Roger Vidal o Uri Santos que
son un patrimonio futbolístico, pero
también humano. Todos ellos, junto a la
actual directiva, ya saben que es subir
a Segunda B. Lo lograron en 2013,
después de caer en la eliminatoria de
campeones contra el Elche Ilicitano,
tras eliminar al Mairena y la Arandina.
Aquel equipo y el actual tienen
características en común. En primer
lugar, el estilo. Imperturbable en
Tercera y en los tres años de bronce
hasta el descenso del pasado verano. Al
Olot le importa el qué, pero también el
cómo. De este modo ha llegado a Segunda
B, ha bajado a Tercera y ha aspirado a
volver. Jugando, siendo protagonista y
priorizando siempre meter un gol más que
el rival. Carlos Martínez, actual
delantero del Villarreal B, fue el héroe
del último ascenso con 31 goles. Marc
Mas, su digno
sucesor, acumula 30 a falta de disputar
el play-off. Olot, tierra de goleadores,
quedó huérfana de ‘pichichis’ con la
marcha de Carlos y ese fue uno de los
detonantes del descenso a Tercera.
Con
un estilo tan particular, los
entrenadores también lo han sido. Se ha
priorizado gente menos consolidada, pero
que encajaba más en lo que se buscaba
como Rodri, Arnau Sala o Santi
Castillejo. Entrenadores que preferían
atacar que defender. Algo ha cambiado
este año, lo cual también era necesario.
Se apostó por Ramón Calderé, un
histórico, y con él se ha logrado el
título de liga con récord de puntuación.
Séptimo campeonato en Tercera para el ex
jugador del Barcelona, que ha sacado
provecho a una plantilla marcada,
sobretodo, por el talento.
Siempre con dos delanteros, que
normalmente son Marc Mas (30 goles) y
Sergio Álvarez (14) con Héctor Simón
llevando la manija y con alas rápidas
como Dembo o Eric
Vilanova. Este es el Olot, con sus
virtudes y sus defectos, pero un equipo
reconocible. Y con un poder escaso en el
futbol catalán, como una masa social
fuerte. Más de mil espectadores de media
llenan cada dos semanas un Municipal que
solo ha visto una
derrota en liga (2-3 contra el Sant
Andreu). Todos ellos desean que ‘su’
Olot siga dándoles alegrías, como es
costumbre en la última década.