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Y ahora... ¿qué?

Miércoles 10 de Junio de 2015
Nacho Pérez

Corrían las siete y cuarenta y seis minutos de la tarde del domingo 7 de Junio. El Sporting acababa de vencer por cero a tres en el Benito Villamarín a un Betis ya ascendido. Sin embargo, como es el proceder tras la finalización de un encuentro, los jugadores no se retiraban a vestuarios. Los jugadores rojiblancos habían hecho su trabajo, vencer por una diferencia de al menos de dos goles; pero faltaba ver lo que pasaba a más de mil kilómetros de allí, en Girona, en Montilivi. El Girona iba ganando por un gol a cero, lo que convertía a gerundenses en equipo de Primera División, pero estaba sufriendo un asedio del Lugo. Así hasta que cumplido el minuto noventa, Caballero estableció el empate de un soberbio cabezazo y el resto de la historia es de sobra conocida. Suspensión de partido, reanudación, final en empate, celebración en Sevilla, éxtasis en Gijón, colapso de Ranón, desfile por las calle, etc. En fin, un ascenso de categoría; el retorno tres años después a la que llaman mejor liga del mundo. 

Pasadas las cuarenta y ocho horas de rigor tras el ascenso y la celebración del ascenso a Primera División toca tiempo de análisis. Tiempo de escudriñar que le supone este ascenso al Sporting. A nadie se le escapa, y menos a estas alturas de la película, que el subir a Primera supone un balón de oxígeno vital para la viabilidad entidad de Leorio. El RD aprobado hace mes y medio por el Gobierno, que según las estimaciones de la LFP duplicará los ingresos económicos por las televisiones de los clubes, y el resto de ingresos accesorios de la categoría mayor servirán para paliar la acuciante necesidad de dinero en la entidad rojiblanca para saldar sus deudas más inmediatas. 

Nadie debe olvidar que a este puñado de guajes, que ha logrado ascender batiendo el récord de puntos en la categoría del Sporting, se le deben cuatro nóminas (al igual que al resto de empleados de la sociedad anónima deportiva). Además de a varios componentes de la plantilla dinero de la anterior temporada. Nadie debe olvidar que la deuda total con la AEAT y la Seguridad Social es, si no lo supera ya, cercana a los 20M de euros; de los cuáles casi cinco han vencido hace meses y otros nueve vencen antes de que finalice el año en curso. 

Javier Fernández, vicepresidente e hijo del máximo accionista, José Fernández, tiene ahora dos opciones. Puede optar por irse y dejar paso a un nuevo accionariado y una nueva gestión o la oportunidad histórica de ser él quién comience a crear un nuevo Sporting. Parece evidente que la familia Fernández no tiene –ni nunca tuvo- intención alguna de abandonar la entidad. Pero si tiene la oportunidad y los medios para optar por la segunda opción y cortar radicalmente con el oscuro pasado al que su padre condenó al Sporting. 

Para acabar con una gestión absolutamente ruinosa debe acometer una remodelación de calado en la entidad; una remodelación que sacuda los pilares maestros de la sede central de Mareo. En definitiva, y poniendo nombres en la palestra, tiene la oportunidad de arreglar el histórico error de dejar la entidad en manos de Alfredo García Amado. Pocos casos encontrarán en la historia de gestores con más poder que el amasado por el antiguo gerente  -que llegó a Mareo en 1997 proveniente de la multinacional Ford- y que siguieran en su puesto tras llevar a la más absoluta ruina la entidad, no una, sino dos veces. La salida, en la forma legal que la familia Fernández considere, de Alfredo García Amado es un primer paso; pero no debe ser el único. En la ‘casina de cristal’ remodelación debe ser mucho más honda, no puede ser que más de la mitad de clubes de Primera División se gasten menos en personal extradeportivo que el Sporting en Segunda División. 

La contratación de un nuevo director general y un nuevo director deportivo que gestionen las parcelas económica y deportiva parece el siguiente paso a realizar. Un gestor económico que se ponga desde el minuto uno a estabilizar la delicada situación financiera y un gestor deportivo que de la mano de Abelardo –nadie se plantea un relevo en el banquillo- consolide en Primera a la joven plantilla que ha hecho historia. Un equipo técnico que prosigan con la filosofía histórica del Real Sporting de Gijón, es decir, su apuesta por la cantera por voluntad y no por obligación como fue esta temporada ante la sanción impuesta por la Liga de Fútbol Profesional de no poder fichar. 

Otro cambio más que necesario es un giro radical en la gestión social. El aficionado debe estar para algo más que para pagar y callar. El aficionado siente, y por ello se le debe tener en cuenta y más en una entidad que, en uno de los años más oscuros en Segunda División, alcanzó antes del comienzo de la temporada los dieciséis mil abonados. Por último, no es baladí realizar una remodelación a fondo también del Consejo de Administración, cuyos miembros actuales han perdido cualquier confianza del respetable sportinguista. 

Para ver todo esto no hace falta tener dos carreras en prestigiosas universidades de pago. Únicamente sentido común. Por ello, señor Javier Fernández, yo le pregunto. Y ahora… ¿qué?
 

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