Corrían las siete y cuarenta y seis minutos de la tarde del
domingo 7 de Junio. El Sporting acababa de vencer por cero a
tres en el Benito Villamarín a un Betis ya ascendido. Sin
embargo, como es el proceder tras la finalización de un
encuentro, los jugadores no se retiraban a vestuarios. Los
jugadores rojiblancos habían hecho su trabajo, vencer por una
diferencia de al menos de dos goles; pero faltaba ver lo que
pasaba a más de mil kilómetros de allí, en Girona, en Montilivi.
El Girona iba ganando por un gol a cero, lo que convertía a
gerundenses en equipo de Primera División, pero estaba sufriendo
un asedio del Lugo. Así hasta que cumplido el minuto noventa,
Caballero estableció el empate de un soberbio cabezazo y el
resto de la historia es de sobra conocida. Suspensión de
partido, reanudación, final en empate, celebración en Sevilla,
éxtasis en Gijón, colapso de Ranón, desfile por las calle, etc.
En fin, un ascenso de categoría; el retorno tres años después a
la que llaman mejor liga del mundo.
Pasadas las cuarenta y ocho horas de rigor tras el ascenso y
la celebración del ascenso a Primera División toca tiempo de
análisis. Tiempo de escudriñar que le supone este ascenso al
Sporting. A nadie se le escapa, y menos a estas alturas de la
película, que el subir a Primera supone un balón de oxígeno
vital para la viabilidad entidad de Leorio. El RD aprobado
hace mes y medio por el Gobierno, que según las estimaciones de
la LFP duplicará los ingresos económicos por las televisiones de
los clubes, y el resto de ingresos accesorios de la categoría
mayor servirán para paliar la acuciante necesidad de dinero en
la entidad rojiblanca para saldar sus deudas más inmediatas.
Nadie debe olvidar que a este puñado de guajes, que ha
logrado ascender batiendo el récord de puntos en la categoría
del Sporting, se le deben cuatro nóminas (al igual que al resto
de empleados de la sociedad anónima deportiva). Además de a
varios componentes de la plantilla dinero de la anterior
temporada. Nadie debe olvidar que la deuda total con la AEAT y
la Seguridad Social es, si no lo supera ya, cercana a los 20M de
euros; de los cuáles casi cinco han vencido hace meses y otros
nueve vencen antes de que finalice el año en curso.
Javier Fernández, vicepresidente e hijo del máximo
accionista, José Fernández, tiene ahora dos opciones. Puede
optar por irse y dejar paso a un nuevo accionariado y una nueva
gestión o la oportunidad histórica de ser él quién comience a
crear un nuevo Sporting. Parece evidente que la familia
Fernández no tiene –ni nunca tuvo- intención alguna de abandonar
la entidad. Pero si tiene la oportunidad y los medios para optar
por la segunda opción y cortar radicalmente con el oscuro pasado
al que su padre condenó al Sporting.
Para acabar con
una gestión absolutamente ruinosa debe acometer una remodelación
de calado en la entidad; una remodelación que sacuda los pilares
maestros de la sede central de Mareo.
En definitiva, y poniendo nombres en la palestra, tiene la
oportunidad de arreglar el histórico error de dejar la entidad
en manos de Alfredo García Amado. Pocos casos encontrarán en la
historia de gestores con más poder que el amasado por el antiguo
gerente -que llegó a Mareo en 1997 proveniente de la
multinacional Ford- y que siguieran en su puesto tras llevar a
la más absoluta ruina la entidad, no una, sino dos veces. La
salida, en la forma legal que la familia Fernández considere, de
Alfredo García Amado es un primer paso; pero no debe ser el
único. En la ‘casina de cristal’ remodelación debe ser mucho más
honda, no puede ser que más de la mitad de clubes de Primera
División se gasten menos en personal extradeportivo que el
Sporting en Segunda División.
La contratación de un nuevo director general y un nuevo
director deportivo que gestionen las parcelas económica y
deportiva parece el siguiente paso a realizar. Un gestor
económico que se ponga desde el minuto uno a estabilizar la
delicada situación financiera y un gestor deportivo que de la
mano de Abelardo –nadie se plantea un relevo en el banquillo-
consolide en Primera a la joven plantilla que ha hecho historia.
Un equipo técnico que prosigan con la filosofía histórica del
Real Sporting de Gijón, es decir, su apuesta por la cantera por
voluntad y no por obligación como fue esta temporada ante la
sanción impuesta por la Liga de Fútbol Profesional de no poder
fichar.
Otro cambio más que necesario es un giro radical en la
gestión social. El aficionado debe estar para algo más que
para pagar y callar. El aficionado siente, y por ello se le
debe tener en cuenta y más en una entidad que, en uno de los
años más oscuros en Segunda División, alcanzó antes del comienzo
de la temporada los dieciséis mil abonados. Por último, no es
baladí realizar una remodelación a fondo también del Consejo de
Administración, cuyos miembros actuales han perdido cualquier
confianza del respetable sportinguista.
Para ver
todo esto no hace falta tener dos carreras en prestigiosas
universidades de pago. Únicamente sentido común. Por ello, señor
Javier Fernández, yo le pregunto. Y ahora… ¿qué?