Se convierte en el
primer entrenador que el club avilesino destituye tras
una victoria en liga.
De sobra es conocido que
todas las decisiones tomadas en el seno de la SAD Real
Avilés no pasan de intrascendentes. Sí, de
intrascendentes. Son meros paños calientes y, desde hace
muchos años, sólo representan esa especie de vehículo
camuflado, que no avanza, pero desvía la atención.
Podrá haber cambios de
personas contratadas para ejercer de paganinis –van
cuatro– o, como ahora, de las responsabilizadas en lo
deportivo –van docenas–, pero, mientras la variante no
pase por la urgentísima sustitución del accionista
mayoritario –van cero, en 23 años– por ahí seguirá
deambulando la Sociedad Anónima Deportiva, a golpe de
desprestigio de la ciudad.
Que el Real Avilés
cambie de entrenador no es noticia. Ya sea por el modo
de permuta tras el final de una temporada o por la vía
de la destitución inmediata, la actual propiedad, en 23
temporadas, acumula 32 entrenadores, sin contar los que
ejercieron como bisagra en un partido puntual. De ellos,
15 fueron destronados por la vía rápida y otro (Pole
González) presentaba la dimisión.
Lo que tiene de
especial el despido de Viti Amaro es que el último
partido del técnico gijonés acabó en victoria,
circunstancia que, tratándose del campeonato de Liga, se
produce por primera vez en la historia del Real Avilés
SAD. Sí hubo otros tres
entrenadores que fueron destituidos tras ganar en sus
correspondientes últimos partidos, aunque con diferente
trasfondo. A Ángel Herrero se le fulminaba tras
vencer al Talavera en partido de Promoción de
Permanencia 1999-2000, aunque aquel triunfo era
insuficiente para evitar la siguiente y triste
eliminatoria ante el Novelda. José Manuel Muñiz
era despedido tras ganar al Celta B (0-3) en la ida de
la Copa Federación Nacional 2002-2003, mientras que, en
la temporada siguiente (2003-2004), Ramiro Solís
era vilmente despedido tras eliminar con victoria en la
misma competición y al mismo rival celtista cuando
trataba de conducir el equipo en unas condiciones
lamentables. Otro caso, que no obedeció a una
destitución como tal, fue el de Raúl González en
el ejercicio 1997-1998, el primero de la actual
propiedad. El técnico avilesino, una vez cogidas las
riendas de un equipo deteriorado, lograba la permanencia
y, como “premio”, recibía el adiós.
Insistiendo en el caso
de Viti Amaro, y dando por sentado que su
destitución ya estaba decidida desde la jornada
anterior, lo que llama doblemente la atención es que
fuera mantenido hasta el partido de Ceares. Con el
delicado momento anímico del equipo y las importantes
bajas que le truncaban aún más, quizá alguien pudiera
intuir una derrota segura, pero el fútbol es tan
imprevisible que ahora la destitución, con la victoria
de La Cruz, pierde buena parte de su justificación. De
todas formas, como ya se ha puesto de manifiesto, la
salida anticipada del entrenador supone otra huida hacia
ninguna parte. Hoy por hoy, no es una cuestión de
fútbol. Ahí dentro sigue el eterno problema, el que
impide al club recobrar la autoestima, recuperar a su
afición y crecer.