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El minuto a minuto de un final baloncestoniano

Lunes 20 de Mayo de 2019
Jorge Valverde
Foto: Cristian Vázquez

Como se esperaba, fue una tarde para el recuerdo, plena de momentos emocionantes y, sobre todo, importante por lo que significó en cuanto al foco de atención que la Tercera División necesita, aunque sea flor de un día.

Manifiesta la tabla adjunta que el Lealtad, al igual que en el transcurso de la temporada, casi monopolizó el liderato durante el tramo horario del epílogo liguero, pero las mínimas diferencias goleadoras mantuvieron la incertidumbre en todo momento. El primero en golpear, cuando el crono sólo señalaba la novena parte del tiempo en juego, era el Marino Luanco, que fue campeón virtual durante 12 minutos. Se las prometían muy felices en la capital gozoniega, donde quizá se confiaron en exceso por la menor exigencia que presagiaba el Praviano, respecto al Llanera. De hecho, tras el gol de Germán Fassani, resultó chocante ver cómo los marinistas, en lugar de tratar de reanudar el juego a la mayor brevedad, se apiñaban en el abrazo al uruguayo, casi a la altura del córner, en señal inequívoca de cierta autosuficiencia. En la búsqueda de un consuelo, en Luanco quizá deban apelar a que el 0-5 de Tuilla tampoco fue normal.

La prisa tiene fama de mala consejera, como si fuera una elección, sin darnos cuenta de que, en ocasiones, no se echa encima por no hacer los deberes, sino porque llega impuesta por las circunstancias. Ahora quizá sea fácil decir que el Lealtad pareció manejarla mejor, pero no se debe olvidar que sus momentos de mayor inquietud le sobrevinieron, curiosamente, cuando Cheikh Saha ponía la mayor distancia entre los balances goleadores, la única vez en la tarde que se establecía en +3. A partir de ahí, el Marino invirtió tan solo 300 segundos en volver a situarse a un gol, todavía con una docena de minutos por delante, prolongación incluida. El epílogo del epílogo, tensísimo, mostraba un Lealtad peligrosamente “relajado” y un Marino desatado, acariciando una hazaña que estuvo en las botas de Álvaro García y Adrián Trabanco.

Fue un final baloncestoniano.

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