En unos momentos en los que la afición del
Real Oviedo no está para mucha fiesta tras
haber constatado un fracaso anticipado en
una temporada de lo más extraña, llega el
aniversario del día en el que el sueño se
hizo realidad, en el que las lágrimas por
fin fueron de alegría, en el que haber
recorrido kilómetros y superado obstáculos
por fin valían la pena. El día en el que se
salía de un infierno que duraba ya más de
una década. Simple y claramente, el día de
Cádiz.
Porque
tuvo que ser Cádiz, ciudad cuna de la
democracia en España, el lugar en el que el
Real Oviedo por fin pudo salir de la
dictadura del fracaso que había condenado a
los azules a 13 años de trabajos forzados en
la prisión del fútbol amateur. El gol de
David Fernández en el Carranza supuso la
libertad, la afición del Real Oviedo podía
salir por fin a las calles a celebrar lo que
no era un ascenso cualquiera, era el regreso
al fútbol profesional. Un hito que suponía
una liberación para un club y su afición que
ya se habían acostumbrado a ver el
profesionalismo al otro lado de los
barrotes.
El Oviedo salió de su prisión y, como si del
abandono de la cueva del Mito de la Caverna
de Platón se tratase, empezó a ver la
realidad del fútbol, dejando a un lado las
sombras del pasado. Inicialmente todo
funcionaba bien, el sol era resplandeciente,
los resultados acompañaban y lo que antes
era un sueño, empezaba a verse como una
realidad más que posible, el retorno a la
máxima categoría del fútbol nacional parecía
al alcance de un club que, en menos de un
año, había pasado de los barros del campo
del Astorga a vencer al Zaragoza en el
Tartiere o al Real Valladolid en el Nuevo
José Zorrilla.
Pero el sol era tan radiante, que un
contacto directo con los ojos podía causar
ceguera. Y así fue. Dejando a un lado la
sensatez, que había sido la clave del éxito
y, cegados por su ego, los máximos
responsables de la ansiada liberación del
Real Oviedo lo volvieron a condenar, no a la
prisión, afortunadamente, pero si a
arrastrar durante meses las cadenas del
fracaso.
Sin
aprender la lección y siendo víctima de una
reiteración de sus errores, dirigentes y
jugadores han impedido que el aniversario
del ascenso en Cádiz se pueda vivir con la
emoción que se merece. Ellos fueron los
responsables de subir al equipo, de
alimentar la ilusión por un nuevo ascenso y
de, finalmente, echarlo todo por tierra
cuando en el mes de marzo la sensatez que
iluminaba el proyecto se apagó.
Hoy, día del aniversario de la liberación
lograda en Cádiz, en lugar de celebrarlo en
vísperas de un nuevo éxito, la afición del
Real Oviedo solo puede desear que su club
vuelva a quedar libre, pero esta vez de los
egos de aquellos que empañaron con sus
imposiciones lo que podía haber sido otra
temporada para enmarcar. Recuperar la
ilusión solo es posible si la sensatez
vuelve a iluminar la hoja de ruta de un club
que, de la mano del Grupo Carso, puede
llegar a donde se proponga.