La temporada 2013/14 del Atlético de Madrid
B estuvo marcada desde el principio por el desconcierto y el
desconocimiento. Durante el verano, Alfredo Santaelena afrontó los
primeros problemas que iba a tener a lo largo del curso. El primer
problema que tuvo que solucionar fue encajar la idea de juego que había
trabajado la temporada anterior con unos futbolistas que se ponían por
primera vez a sus órdenes. Llegaron más de diez fichajes nuevos
durante el verano, la mayoría de ellos del Atlético C y del juvenil, y
se marcharon otros tantos. Algunos de ellos tan importantes como el
capitán César Ortiz, los creadores de juego como Saúl Ñíguez, Cidoncha y
Óliver Torres y su principal jugador que daba equilibrio al equipo,
Thomas.
El segundo problema fue el desconocimiento
que existía sobre en qué grupo iba a quedar encuadrado el Atlético de
Madrid en la Segunda División B. El filial colchonero ha jugado los
últimos años en el Grupo I, donde ha madurado con el tiempo un estilo de
juego propio para esta categoría. La RFEF determinó el cambio de los
equipos madrileños al Grupo II, donde hay equipos que optan más por el
juego directo y el fútbol aéreo, una decisión que le ha quedado
grande a un equipo que apuesta por el fútbol exquisito y un juego de
mucha más elaboración.
Y el tercer y más importante
inconveniente que tuvo que trabajar Alfredo Santaelena fue la madurez de
su equipo. El Atlético de Madrid B se ha caracterizado durante toda
la temporada por ser un equipo muy joven para la categoría y con
jugadores que apenas tenían mucha experiencia en una división tan dura
como es el fútbol de bronce español. Contaba con el mismo portero,
Yassine Bounou, que los últimos cursos ligueros pero tenía que adaptar
la defensa y el centro del campo a todos los cambios que había sufrido
con respecto al año pasado.
Estilo
de juego: un antes y un después
Alfredo Santaelena
reconoció en pretemporada que no haría modificaciones tácticas con
respecto al sistema de juego que usó la temporada pasada. La razón: su
equipo jugó bien y resultó satisfecho con el séptimo puesto conseguido
tras un arranque dudoso. Defendía que practicaron un vistoso juego
durante la mayoría de la temporada y que solamente la falta de puntería
y de suerte privó al equipo de obtener mejores resultados. El
Atlético de Madrid B juega con un definido 4-2-3-1, lo que lo hace tener
muchos jugadores en la zona central del terreno de juego y de esta
manera conseguir el dominio del balón.
Antes de ser despedido, el Atlético B
jugaba con dos extremos que entraban hacia dentro (Iván Sánchez y Dani
Aquino), más un delantero (Rubén Mesa) que fijaba la posición. La
orden era que el balón fuera jugado desde la línea defensiva y demostrar
gusto por el balón por encima de todo. En tres cuartos de campo,
busca que su equipo sea letal a través de la rapidez de movimientos.
Con el nombramiento de Óscar Mena como
entrenador del filial, en detrimento de Alfredo Santaelena, el Atlético
B cambió varias cosas. Se mantuvo la estética de juego y la filosofía,
pues es la que se enseña en toda la Academia desde que los jugadores
ingresas en las primeras categorías de aprendizaje. Pero se introdujeron
ligeras modificaciones: Aquino se convirtió en el delantero de
referencia del Atlético B y acostó a Rubén Mesa en una banda. Con
los fichajes de invierno, Samu Saiz llegó procedente del Almería y se ha
convertido en un perfecto agitador en la mediapunta.
En la portería Bono es el guardameta fijo
para Óscar Mena. Con ficha del primer equipo, el marroquí es del gusto
del técnico argentino por delante del canterano David Gil. Es un portero
que aparenta mucha tranquilidad. La paciencia es su principal virtud
pero tiene notables carencias en el juego aéreo y en las salidas de
puños.
Los laterales tienen mucha influencia en
este equipo. Kader e Iván Pérez están rindiendo a un alto nivel y su
gran despliegue físico les permite llegar hasta línea de fondo para
colgar centros. El rendimiento de Iván Pérez en el lateral izquierdo
ha sido una sorpresa mayúscula. Al murciano le ha costado hacerse
con el puesto pero ha cuajado un magnífico final de temporada. Es un
jugador muy eléctrico e hiperactivo, que pelea todos los balones a pesar
de su baja estatura y que sabe poner buenos centros al punto de penalti.
El centro del campo ha estado
caracterizado durante toda la temporada por la pareja Vicente – Isaac
Nana. Las molestias en el pubis de Vicente ha obligado a Óscar Mena a
buscar una nueva variante. Ha confiado esa posición a Omar Santana, que
jugaba como extremo. El canario es el jugador más técnico de la
plantilla y desde esa ubicación de mediocentro ha sido capaz de hacer
mover al equipo a su son. El equipo ha demostrado tener más posesión y
ha dominado con muchísima más facilidad con esta variante táctica.
En cuanto al ataque, Dani Aquino es el
socio perfecto de Óscar Mena. Su relación fructificó la temporada pasada
en el Atlético C. El murciano ha conseguido ver portería con asiduidad y
ha dado un mejor rendimiento como delantero en lugar de jugar desde una
banda. Busca el error y la espalda de sus defensas y combate cuerpo a
cuerpo intentando sacar una falta a su rival. Por detrás juega Samu
Saiz, que se descuelga por toda la zona de tres cuartos de campo para
asociarse y mover con rapidez el balón para abrir hasta las bandas. Por
la izquierda está jugando actualmente Iván Sánchez para salir hacia
dentro. Es un jugador con mucho desborde y que posee un magnífico regate
en espacios cortos. Su único pero es que se trata de un jugador
guadianesco, que aparece y desaparece con facilidad del partido.
ONCE TIPO: Bono; Kader, Víctor Mongil, Tiri, Iván Pérez; Isaac Nana,
Vicente (problemas físicos); Rubén Mesa, Samu Saiz, Iván Sánchez; Dani
Aquino.
La
peor temporada del Siglo XXI
Con la marcha de algunos pesos pesados en el
verano, la dirección deportiva del Atlético de Madrid B nombró por
veteranía y experiencia en el filial a Vicente, Omar Santana y Kader
como capitanes. En su primera entrevista llegaron a reconocer que el
principal objetivo que se marcaba el equipo a final de la competición
era pelear por el ascenso a la Segunda División. Tenemos equipo y
calidad para intentar ascender de categoría”, argumentaron sobre las
aspiraciones que se marcaba el filial colchonero. Nada más lejos de la
propia realidad. Alfredo Santaelena y Óscar Mena, los dos entrenadores
que ha tenido el equipo a lo largo de la temporada, pasará a la historia
por ser el filial que peores resultados, peor puntuación y peor puesto
ha tenido desde que se iniciara el Siglo XXI.
La temporada arrancó como se esperaba. La mala planificación deportiva y
los intereses ocultos de la secretaría técnica y directiva del Atlético
de Madrid B propiciaron que el filial llegara al inicio de la Liga sin
la correcta preparación y sin un bloque unido. Por esa razón el equipo
encadenó únicamente dos victorias en las diez primeras jornadas. Sumó
22 puntos de los 57 posibles en la primera vuelta del campeonato y
desde un primer momento se tuvo mucho miedo con la posibilidad de que el
Atlético de Madrid B descendiera a Tercera División.
El equipo no arrancaba y la lupa enfocaba hacia Alfredo Santaelena. No
era la primera vez que se cuestionaba su profesionalidad y su calidad
para dirigir al filial rojiblanco. Caminó sobre la delgada línea del
despido en multitud de jornadas. Hasta que la secretaría técnica tomó
la decisión tras perder en casa contra el Sariñena, colista de la
categoría, en la jornada 25. Óscar Mena, que hasta entonces
entrenaba a un Atlético C que se ha salvado del descenso en Tercera
División en la última jornada, fue el elegido para que en las 13
próximas jornadas cambiara el destino del filial.
Perdió en su debut en Lezama (1-0) contra el Bilbao Athletic pero a raíz
de ahí enlazó ocho partidos (cinco empates y tres victorias) sin conocer
la derrota. Ganó al líder Leganés en su estadio, sumó tres puntos
contra el Peña Sport en la pelea por evitar el descenso y ganó el
matchball que tenía que ganar al CD Laudio en su estadio. Se colocó
con 40 puntos, alcanzando al Real Unión y dejando atrás a Laudio y
Getafe B para que repartirse el descenso directo y la oportunidad de
mantener la categoría. El argentino cifró que si sumaban 3 ó 4 puntos
más el Atleti B estaría salvado. Pero nunca llegaron.
A
falta de cinco jornadas para el final nadie esperaba el desenlace que
llegó. El equipo jugaba bien y había encontrado en Dani Aquino el gol
que tantas veces se resistía en el último año y medio. Viajaron para
enfrentarse al Conquense en la jornada 34 y tras ir ganando 0-2 sumaron
un empate al encajar dos goles en los últimos diez minutos. Un golpe
moral que afectó psicológicamente a un equipo que se volvió a hundir.
Desde entonces cayó derrotado contra el Huesca en su estadio practicando
un fútbol excelso. Perdió después contra la Real Sociedad B y contra el
líder Sestao River tras unos 45 minutos en los que rozaron la
excelencia.
La misma mañana tras ese partido se confirmó matemáticamente que el
Atlético de Madrid B tendría que jugar la promoción para no descender a
la Tercera División. Óscar Mena dibujó un símil que describía a la
perfección el panorama actual de su equipo. El filial colchonero era,
en esos momentos, como un boxeador noqueado que recibe un gancho
certero que impacta en la mandíbula y cae fulminado a la lona. Su
principal problema es que juega grandes primeras partes donde domina en
todos los aspectos. Pero se confía en el segundo tiempo y a la mínima
que sufren un contratiempo, a los jugadores más jóvenes les vence la
presión. “Hay que trabajar ese aspecto. Se ponen nerviosos y no
reaccionan. Son los jugadores como Aquino y Samu Sáiz los que tienen que
tirar del carro porque ellos sí tienen experiencia en el fútbol”,
confesó Óscar Mena cuando perdió contra el Sestao River.
La promoción para evitar el descenso a Tercera División supone un
fracaso a gran escala para el Atlético de Madrid B. Las consecuencias
serían nefastas: perdería una plaza en la Segunda División B y también a
los jugadores con más proyección, que se marcharían a otros equipos en
busca de una oportunidad que no tendrían con Simeone porque aún les
falta madurar su juego. No solo eso. El Atlético C también descendería
para dejar su plaza en la Tercera División al B. Su descenso sería un
gran paso atrás en el fútbol de formación de la Academia colchonera.
Hipotecaría a una generación entera de jóvenes que sueñan con
defender el escudo del oso y el madroño con el primer equipo.